jueves, 5 de marzo de 2015

La Muerte y su cotidiana musicalidad: comentario de texto de La noche que en el Sur lo velaron

David Oliveros 11.O
Español NS, Álvaro Rodríguez

La Muerte y su cotidiana musicalidad
Comentario de texto de la noche que en el Sur lo velaron

"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene"
Jorge Luis Borges

La noche que en el Sur lo velaron es un poema escrito por el argentino Jorge Luis Borges, el quinto de su tercer libro de poesía Cuaderno San Martín, publicado en 1929. El poema es considerado por Borges como “su primer poema auténtico”, escrito en una época en la que el autor se aleja del ultraísmo y explora temáticas como la de la muerte. Además, el estilo del poema es semejante al de una canción y por ende, exhibe elementos de sonoridad y musicalidad, que al oponerse a ciertos elementos del modernismo, utiliza principalmente la metáfora para poder transmitir el tema del poema: la muerte como parte esencial de lo cotidiano. El siguiente comentario de texto se centrará alrededor de cómo Borges logra, a través de un lenguaje específico, el uso de epítetos y una métrica particular, transmitir este tema de manera eficaz, conservando la musicalidad del texto y arraigándose a una realidad no muy distinta a la del lector.

El poema trata sobre la caminata nocturna de un hombre, que al atender el velorio de un conocido, reflexiona sobre la muerte. Borges logra hacer de la muerte algo omnipresente en el poema, ya que se ve la incidencia que tiene esta en la travesía y en los pensamientos del yo poético. De igual manera, se podría ver el cambio de espacios que maneja Borges como elemento fundamental para transmitir el tema del poema, con lo cual se podría identificar tres bloques de sentido o apartados. El primer bloque de sentido se da en las primeras dos estrofas del poema, cuando el hombre transita por las calles y comenta acerca de la noche y “la vigilia gravitada en muerte”. El segundo bloque de sentido se encuentra en la segunda estrofa del poema, en donde el yo poético llega a la casa del velorio y continúa su reflexión. Finalmente, el tercer bloque de sentido ocupa las últimas tres estrofas del poema, en donde se presentan unas últimas declaraciones acerca de la muerte y el efecto en sus alrededores. A medida que avanza el poema, es evidente para el lector el rol que tienen los espacios para lograr transmitir la importancia de la muerte dentro de lo cotidiano, ya que a medida que el yo poético cambia de espacio, de igual manera cambian sus reflexiones y pensamientos.

El primer bloque de sentido empieza con un tono, que si bien no es totalmente nostálgico, es reflexivo, al empezar con las descripciones del yo poético de los espacios por los cuales este transita, las calles del Sur. Además, desde un principio, el epíteto es usado por Borges para darle cualidades específicas a los sustantivos del poema y así logra definir la presencia de la muerte en varias secciones del texto. Sin embargo, el uso que le da Borges a los epítetos es altamente específico, distinto a en otros de sus poemas, ya que estos logran transmitir cualidades que no son simplemente estéticas y añaden al tono reflexivo y al ritmo musical del poema: “tiempo abundante” (v. 11), “apagado almacén” (v. 13), “horas vanas” (v. 25), “mortal hospitalidad” (v. 35), “sentenciosas calles” (v. 37). Así, los epítetos  sirven, no solo como elementos que ayudan a complementar los sustantivos, sino también como recursos que establecen la isotopía de la muerte. Al referirse a través de los epítetos a la noche, el tiempo, la oscuridad y la mortalidad, Borges es capaz de evocar  la muerte sin la necesidad de ser evidente en su escritura. Sin sus epítetos, es posible que la noche que en el Sur lo velaron perdiera parte de su característica musicalidad y no lograra evocar de manera tan eficaz y precisa a la muerte como algo esencial de lo cotidiano.

Adicionalmente, en el primer bloque de sentido se puede apreciar una decisión particular de Borges al declarar que no se hablará del muerto: “de alguien – misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos” (v. 1-2).  Esta decisión, si bien no tiene el propósito de crear suspenso o angustiar al lector, es interesante, ya que desde un principio establece que el poema no se trata del muerto, de quien no se conoce su identidad, sino más bien de la atmósfera de “vigilia” que le rodea. De esta manera se establece que el muerto no interesa, está en otra realidad, y por lo tanto Borges se empeña más bien a crear una atmósfera que gira alrededor de la muerte, la cual asume un papel de elevada importancia en el poema y tiene fuerte incidencia en los espacios que se describen en el mismo.

Más adelante, el segundo bloque de sentido es determinado por la llegada del yo poético al lugar del velorio. En este apartado, Borges continúa con el tono reflexivo establecido en un principio, pero esta vez, utiliza una dicción específica y la metáfora para integrar el sentimiento de cotidianidad, en este caso, argentina. El poema posee elementos de “popularidad” característicos de la canción argentina y la dicción que se utiliza en el poema es coloquial, algo que para el momento de publicación del poema era común en la poesía de Borges: “rever” (v. 4), “oíble” (v. 12), “desganados” (v. 22), “menudas” (v. 24). El lenguaje que utiliza Borges es lo que logra crear el sentido de cotidianidad en el poema, en el cual lo que se narra no hace parte de lo fantástico, sino de lo mundano. Al usar un lenguaje que es menos formal y más cercano a la realidad de ciertos lectores, Borges logra que el poema se vuelva algo más íntimo, y por ende, más relacionable para ciertas personas.

De igual manera, en este segundo apartado, Borges alude al argentinismo en sí con la emblemática figura del patio: “patio que está bajo el poder y en la integridad de la noche” (v. 21). El patio es una imagen comúnmente usada en la poesía de Borges, y en este caso, esta metáfora le muestra al lector cómo el patio, esa figura de la imponente pampa argentina, está bajo el “poder” e “integridad” de la noche, trasmitiendo así la fuerte influencia que tiene la noche, posible símbolo de la muerte en el poema, sobre la realidad argentina. Además, por medio de la anáfora, Borges continúa enfatizando esta noción: “y somos desganados y argentinos en el espejo, y el mate compartido mide horas vanas” (v. 22-25). El mate, que al igual que el patio es un símbolo de la cultura argentina, se muestra  debilitado y vano ante la muerte. A través de la dicción y estas dos metáforas, Borges logra que el poema se sitúe en una realidad no muy distinta a la del lector, mostrando de manera muy eficaz lo influyente que puede ser la muerte en lo cotidiano.

Finalmente, el tercer bloque de sentido se da con las últimas reflexiones del yo poético alrededor de la muerte. Al entrar a la casa, el yo poético de nuevo hace referencia a “aquello de lo que no se sabe: del muerto” (v. 29). Con  este cambio de espacio y la mención al muerto, Borges cambia la dinámica de los otros dos bloques, que antes ignoraba por completo al muerto. También se rompe la estructura, ya que la quinta estrofa posee apenas dos versos, y la sexta estrofa comienza, de manera inusual, con una pregunta. Además, si bien el poema exhibe polimetría y encabalgamiento en los tres bloques de sentido, en el tercer bloque esto se hace aún más evidente, con versos que contienen desde ocho sílabas (octosílabos) hasta veinte sílabas (por ejemplo, el verso treitna). Adicionalmente, el poema en ninguna parte tiene rima, y así,  es posible preguntarse ¿por qué Borges decide no incluir rima en su poema, si esta podría añadir sonoridad al texto? ¿Por qué Borges utiliza una métrica tan variada, sobre todo en esta última sección del poema? A pesar de que la estructura del poema es bastante irregular, el poema conserva su musicalidad gracias al encabalgamiento: al extender las imágenes poéticas a través de los versos, Borges establece un ritmo de lectura que no es interrumpido o fragmentado. En el tercer bloque de sentido en particular, se podría asociar el uso del encabalgamiento con el tono reflexivo del poema, ya que la fluidez que proporciona el encabalgamiento refleja el pensamiento continuo y reflexivo del yo poético al finalizar el poema, con el cual Borges extiende las imágenes poéticas verso tras verso.


En conclusión, se podría decir que Borges se vale de cuatro elementos esenciales que le permiten transmitir al lector la presencia de la muerte como parte de lo cotidiano: los epítetos, que logran evocar a la muerte y establecer isotopías específicas; el lenguaje, que al ser coloquial y en ocasiones informal, logra que el poema sea cercano al de la realidad del lector y proporciona elementos de cotidianidad a través del poema; la metáfora, que logra mostrar al lector lo incidente que puede ser la muerte en lo cotidiano; y finalmente, la estructura, que principalmente, a través del uso del encabalgamiento, logra darle sonoridad al poema y establecer la musicalidad que va acompañada con el sentimiento de reflexión que se asocia con la muerte. Estos cuatro elementos son los que, junto con los cambios de espacio delimitados por los bloques de sentido, se encargan de establecer la musicalidad y sonoridad del poema mientras se logra aludir a la muerte como algo esencial de la cotidianidad, en este caso, argentina. 

1 comentario:

aroestudiantes dijo...

Muy buen ejercicio de análisis literario. Uno de sus fuertes es la organización; al determinar momentos de análisis sin abandonar nunca el tema, la revisión de la función de las figuras poéticas permite una propuesta que revisa el poema como unidad temática y estética.