Una
reflexión literaria en torno a la poética de Borges.
Por Mariana Cuervo y Sergio Del Risco
El poema de los dones es un poema clave
en la obra de Jorge Luis Borges. Y lo que es más asombroso: es un poema clave
en un doble sentido. Basta conocer un poco la obra del autor para darnos cuenta
que los temas tratados en El poema de los
dones son temas reincidentes en su literatura. En un segundo sentido, basta
leer un poco sobre Borges para darnos cuenta del valor (no carácter) biográfico
del poema. Por un lado, tenemos el eje temático de una pluralidad del hombre,
es decir, de un hombre que en su condición de individuo parece repetir los
mismos pasos del Hombre como especie. Por otro, tenemos al Borges que, a través
de un yo lírico, discurre en torno a su ceguera. Con este mente, pues, comentaremos aquí los
instrumentos líricos de los que Borges se sirve para darle este sentido
temático y biográfico a su poema.
Ya
que el poema se puede dividir en dos bloques de sentido que se corresponden
cada uno con las dos manera en las que hemos entendido el texto poético,
comenzaremos por comentar el bloque de sentido que hace referencia a la
ceguera.
Si
para las personas en general lo crítico de la ceguera es no poder mantener
contacto con el mundo que le rodea—dejar de ver a sus seres queridos, no poder
apreciar un cuadro, en fin, perder contacto con un mundo tangible—para
Borges la ceguera está asociada a una
cuestión totalmente distinta: la ceguera significa para él no poder inmiscuirse
en el mundo inasible de los libros. En el poema, esta particular manera en que
Borges padecía su ceguera, cobra un carácter irónico. Y lo que es más, es el
manejo de la ironía lo que le permite a Borges revelarnos cómo entendía y vivía
su condición.
Nadie rebaje a lágrima o
reproche
esta declaración de la
maestría
de Dios, que con
magnífica ironía
me dio a la vez los
libros y la noche
Borges,
como director de la Biblioteca Nacional de la Argentina, tiene bajo su mando todos los libros que hubiera podido desear,
sin embargo—y he ahí esa ironía divina a la que se refiere—, su ceguera le veda
la lectura de esos tantos libros. O dicho de una mejor forma, la ceguera le
veda el acceso al mundo de letras que tanto apreciaba y dsifrutaba.
En
el primer bloque de sentido, que va hasta la séptima estrofa, la ironía es
predominante. Allí, la ironía se suele presentar como metáfora: la noche, la
oscuridad (referencias metafóricas a la ceguera) resaltan la incapacidad de
Borges para leer los libros de la portentosa biblioteca que dirige. En términos
del título del poema, el yo lírico vive sumido en el carácter contradictorio de
los “dones” que Dios le ha dado, a saber: los libros y la ceguera. El yo lírico, en este sentido, vive en una noche que no le deja, ni tan
siquiera, entrever la luz de los libros con que Dios le ha premiado.
Por
otro lado, lo irónico de la situación queda en evidencia cuando se
menciona que los libros sólo puede ser
accedidos en la imaginación, en el mundo de los sueños:
Por
último, la ironía cobra una fuerza total con la figura analógica que Borges
utiliza en la cuarta estrofa. El yo poético se equipara al Tántalo de la
mitología griega, que fue condenado por los dioses a tener sed y hambre
eternamente mientras vivía rodeado por un oasis de comida y de agua:
De hambre y de sed
(narra una historia griega)
Muere un rey entre
fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los
confines
de esa alta de esta
biblioteca y honda biblioteca ciega.
Como
se ve aquí, el yo lírico se siente como Tántalo, atrapado por una ironía dictaminada
por una voluntad superior. Como si se estuviera sumido en un orden inamovible e
inmodificable. Esta última idea es clave para Borges, y nos es revelada gracias
al uso de la ironía.
Sobre
el desarrollo de esta idea, debemos añadir que la repetición de la imagen de la
ceguera genera un marcado ritmo en el
poema. Este ritmo es importante a la hora de desarrollar la idea de un orden
inamovible e inmodificable. El volver cada estrofa sobre la ironía—es decir, al
construir una isotopía—el autor genera un ritmo enfático que nos revela los
distintos matices y las distintas facetas de la contradicción divina en la que
vive inevitablemente sumido el yo lírico. Aquí, es importante recordar que para
Borges el tratamiento de la idea en sí misma es clave, y este ritmo, cómo no, sirve
al desarrollo de la idea que Borges quiere tratar.
Por
otro lado, es argumentable que las estrofas del primer bloque de sentido generan
un efecto de lectura muy particular. A nivel de los sentimientos que el poema
puede despertar, determinados lectores pueden sentir un choque con las ideas
que Borges expone en torno a la ceguera. Borges declara al abrir el poema que
no ha de equipararse su relato con la tristeza (Nadie rebaje a lágrima o
reproche/ esta declaración de la/ maestría de Dios), y esto se evidencia tanto
en el título como en el verso que resalta “la maestría de Dios”. Sin embargo,
esta declaración del Yo lírico es capaz de generar una suerte de confusión en
el lector, pues es posible que este sienta que la ceguera sí es motivo suficiente para entristecerse. Y en este mismo orden
de ideas, también es plausible que haya ciertos momentos en el poema, a pesar
de no expresar en sí mismos pesadumbre alguna, que sean capaces de generar
cierto sentimiento de tristeza en el lector.
Por
ejemplo, tal como con molestia recordamos el incendio de la biblioteca de Alejandría, en su
condición de pérdida total e irremediable, a un lector dado le puede irritar la idea de ser director de una gran biblioteca
y, sin embargo, no poder leer sus tantos
libros. En efecto, un lector dado puede sentir que la ceguera es una pérdida,
no un don, equiparable a la pérdida de la Biblioteca de Alejandría:
En vano el día les prodiga su libros infinitos
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.
Además,
como vemos en esta estrofa, la referencia a una banalidad de la biblioteca
puede prestarse para generar sentimientos que ciertamente no son positivos. Quiero
decir, esa referencia puede conducirnos a la reflexión que sigue: tener tanto y no poder disfrutarlo, o lo que
es más, tenerlo todo y no poder accederlo.
En
un mismo orden de ideas, el epíteto “arduo” cobra un carácter fundamental:
arduo son los libros, ardua (y ardorosa) es la biblioteca y ardua puede ser
para el lector la penumbra de la ceguera.
A su vez, la reflexión en torno a una pérdida irremediable puede despertarse en
el lector al enfrentarse a la extensa
lista con que Borges construye la cuarta estrofa:
Enciclopedia, atlas, el
Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y
cosmogonías
brindan los muros, pero
inútilmente.
Esta
lista de componentes de la biblioteca obedece a un a un intento por referirse
al universo entero y, por lo tanto, el no poder acceder al universo que esa
biblioteca ofrece puede entenderlo el lector como una pérdida total.
Por
lo demás , podemos añadir que otras referencias y expresiones tienen el efecto
de despertar reflexiones similares en el lector. En imágenes como “ojos sin
luz”, “honda biblioteca ciega”, “fatigo sin rumbo” un lector dado puede
encontrar puntos que le generen cierto tipo de efecto a nivel de los
sentimientos. En resumen, lo que hemos querido resaltar es que lo importante
sobre los posibles efectos del poema en el lector se explica en términos del
choque entre los sentimientos que Borges experimenta ante su ceguera y los
sentimientos que nosotros como lectores podemos experimentar ante ella. En este
sentido, al ser positivos los unos y más bien negativos los otros, el lector
puede llegar a hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué Borges veía una
declaración de la maestría de Dios en su ceguera?
En
lo formal, la respuesta que podemos darle a esta pregunta puede revelarnos una
de las características fundamentales de la personalidad y el pensamiento de Borges:
para el intelectual argentino, en muchos casos, lo que no tiene valor para los
demás, para él sí lo tiene.
Terminado
el análisis del primer bloque de sentido, pasemos al siguiente: allí nos
encontramos frente al desarrollo de una de los temas más reincidentes en Borges,
a saber: la noción de que todo individuo
recorre los pasos ya recorridos por el resto de los hombres en la Historia. O en otras palabras,
la idea de un hombre cargando el legado de la Historia o de la humanidad. En el
caso del Poema de los dones, esta
idea está aplicada y asociada a la ceguera y a esa coincidencia de orden
metafísico entre Groussac y el yo lírico. En otros momentos de la creación artística de
Borges, nos podemos encontrar frente al desarrollo de esta noción en cuentos
como “Historia del guerrero y la cautiva”, “El inmortal”, “Pierre Menard, autor del
Quijote” (como contraargumento a la idea), por mencionar algunos. Así pues,
estamos instados a comentar—a la luz de distintos instrumentos líricos—el
desarrollo que Borges hace de este eje temático.
Al
recordar que otrora Groussac, también ciego, fue director de la Biblioteca, Borges
abre paso al desarrollo del que hemos identificado como uno de sus temas preferidos.
En la primera estrofa del segundo bloque de sentido, Borges recalca que esa
homología entre él y Groussac tiene que ver con un orden mediante el cual
funciona la historia:
Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra azar,
rige estas cosas.
No
en vano Borges hace hincapié en la palabra azar.
Pues para él no es el azar el que
los puso a él y a Groussac en la biblioteca, sino el carácter cíclico y
repetitivo de la historia.
Sobre
esta primera estrofa, en el plano de los efectos en el lector, Borges es
efectivo a la hora de crear intriga. ¿Quién ese es “otro” del que nos habla?
Más adelante, y después de indagar sobre quién es Groussac, con
maravilla damos respuesta a nuestra intriga:
Otro ya recibió en otras
borrosas
tardes los muchos libros
y la noche
La
segunda estrofa del bloque de sentido, a su vez, sirve a la construcción del
eje temático que aquí analizamos:
Al errar por las lentas
galerías
Suelo sentir con vago
horror sagrado
Que soy el otro, el
muerto, que habrá dado
Los mismos pasos en los
mismos días.
Que
Borges adjetivice al horror con el epíteto “sagrado”, tiene un evidente
propósito, a saber: el de mostrar que esa homología entre el yo lírico y
Groussac obedece a un orden casi metafísico. Aquí, vale la pena resaltar que en
realidad esta figura se abre desde el principio del poema con la referencia a
que Dios le “dio a la vez los libros y la noche”. Sobre ese verso, también es
importante añadir que el epíteto “vago” que acompaña a vocablo “horror” tiene
que ver con ese carácter tan inasible-metafísico del orden que en el caso del
Yo lírico rige las cosas. Por otro lado, el epíteto también es asociable a la capacidad de
Borges para intuir los ahilamientos internos del mundo a los que en distintos
momentos hiciera referencia.
En
fin, hemos visto cómo Borges se sirve de la ironía para postular una particular
visión sobre su ceguera y, además, para dar pie a una reflexión que perfila sus
líneas en torno a una de sus ideas o nociones filosóficas preferidas. Además, hemos
visto como ciertos recursos líricos tales como la isotopía, el uso de epítetos
y la analogía ayudan a elaborar tanto una particular aproximación a la ceguera
como el desarrollo de la idea de una historia cíclica. El desarrollo de estos
dos elementos, de tan alta importancia en Borges, hacen de El poema de los dones una partícula clave en la poética del
argentino.
1 comentario:
Muy interesante comentario. El análisis es juicioso y revisa aspectos clave del poema. La organización de los argumentos permite la comprensión de la propuesta. Se extraña la reflexión sobre la función dentro del poema de la métrica y la rima.
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