jueves, 5 de marzo de 2015

María José Monroy & Manuela Lobo-guerrero
Comentario de texto


El Reloj de Arena


Paradójico, el tiempo, todo lo da y todo lo quita. Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres, nada hay mas objetivo que el tiempo; pero también nada hay mas subjetivo que el cuando la espera lo paraliza y la emoción lo acelera. Nada mas personal, nada mas compartido. Nada mas abundante, nada mas escaso. El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal. La vida esta hecha de tiempo, pero así mismo es una carrera contra el tiempo. [1] Y es esta precisamente la concepción del tiempo que se maneja en el universo Borgiano, siendo un elemento característico del autor. Presente en muchas de sus obras, como el enigma esencial, una idea característica a través de la cual procura detonar una reflexión existencial. Tal y como se observa con su poema El reloj de arena, como parte de su obra literaria: El Hacedor.


Un poema estructurado que a gritos trata de compensar el desorden caótico que habita en su realidad, evidentemente perteneciente a esa segunda etapa de su vida, colmada de méritos, méritos indisfrutables, donde Dios le dio el don de los libros y paulatinamente lo cohibió con la ceguera. Razón por la cual nos encontramos con trece cuartetos endecasílabos en rima cíclica (ABBA), donde por medio de la métrica regular orienta su poema a pesar de su incapacidad. La estructura entonces sugiere una respuesta al reto que le puso la vida de vivir en las penumbras.

Nos encontramos con un yo poético que habla desde la memoria, una memoria que refleja experiencia y permite dar la impresión de que se está haciendo una declaración por parte de la humanidad. Pues el yo poético como humano, habla de su condición y todas aquellas deidades que afectan su existencia, por lo que el lector comprende que la concepción de éste (yo poético) no es otra sino la de la raza humana en su totalidad.            

Y es solo hasta acá que el título cobra sentido y el lector logra entender el mensaje implícito detrás de este. El reloj se entiende como el tiempo y la arena como la materialización de la muerte. Por lo que juntos, como el reloj de arena, comprendemos un elemento que mide que tan cerca el yo poético se acerca a la muerte.

Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura


Es así como el poema inicia hablando de la sombra, elemento al cual el poeta le da un manejo particular, pues es por medio de ésta que muestra el paso del tiempo y hace referencia a la condición en la que se encontraba cuando escribió el poema. Se sabe que para la época en que el poema fue escrito, Borges ya había quedado completamente ciego. Por lo que una interpretación válida es comprender a esta sombra como su acompañante a través del tiempo. Además por medio de la ironía de que Heráclito “ve” nuestra “locura” el lector alcanza a percibir la ironía en la vida del poeta.

Pero este no es el único elemento con el cual el poeta juega, Borges yuxtapone dos elementos naturales para reforzar el tema del poema, es así como nos encontramos con el “agua” (de aquel río) y “otra sustancia suave y pesada” (arena). Entendemos que todo fluye y nada permanece, en otras palabras, que el paso de tiempo es inevitable. Luego esta es la idea que la intertextualidad de Heráclito logra consolidar.  

El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.

Más aún, aparte del avance temporal ineludible, surge otra propiedad del tiempo que aquí se maneja, este es imposible de pesar o medir (“imponderable”), pues se menciona “que el agua prosigue su camino”.  Siendo este el momento en el que el agua revela su contenido simbólico, pues en el poema se entenderá como una representación de la vida

Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.

Y es solo hasta acá que por medio de la repetición se entiende finalmente cuál es el tema central del poema: el tiempo, ya que al tiempo, tiempo en los desiertos, tiempo de los muertos, en fin, el tiempo.

Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento

Pero no es hasta la cuarta estrofa que el autor nos presenta el elemento con el cuál mide el tiempo, es más, se esfuerza por hacernos saber que esta es la representación del tiempo mismo que teje su poema.  A su vez, este es el momento en el que cimienta bien el destino el cual nos espera tras esta jornada inevitable que es la vida: la muerte. Esta curiosamente es presentada como la materialización de la sombra, y se vuelve clara la isotopía oscura (que en el fondo no es más que este elemento mortífero) el cual es desarrollado por el poeta a lo largo.
Es como si esta sombra (que no es otra cosa que la muerte) cada vez hace más presencia a medida que pasa el tiempo, tanto del poema como de la vida. La isotopía se va haciendo más evidente cuando hace referencia a  “grises anticuarios” y al “mundo ceniciento”.

Pero la idea no acaba acá, y es cuando Borges utiliza el encabalgamiento para darle continuidad a la idea y encontramos una enumeración de objetos disfuncionales que si ponemos en contexto comprenderemos que son de esta manera porque tanto como el hombre va a llegar a ser ceniza, el mundo que lo rodea se va a ir deteriorando con el tiempo. Asimismo en esta estrofa se observa otro añadimiento a la isotopía de la muerte. Es por medio de la palabra polvo con la que se refuerza el deterioro que causa el paso del tiempo.

¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?

Más adelante, el yo poético le hace  una pregunta retórica al lector por medio de la cual plasma el intento de demorar el curso inevitable de eventos y por eso se muestra miedo implícito hacia la muerte. Se entiende a este instrumento (reloj de arena) como severo y tétrico pues este te juzga y cumple una disciplina que le imposibilita ser flexible, pues el tiempo no se detiene para nadie. Razón por la cual cualquiera que esté bajo su efecto se aterra y ve este instrumento como algo tétrico, dado que es dios el que tiene poder de manejar todo esto y llevarnos en cualquier momento hacia la muerte.

Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.

No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.

Es este el momento en el que Borges se concentra plenamente en su instrumento (el reloj de arena). Hace esto a modo de introducir el elemento natural que se yuxtapone con el agua del inicio (arena) pues como en este poema el agua es vida, la arena es la muerte. Lo que nos permite ver que Borges abre el poema con la vida y a medida que avanza se enfoca en la muerte, para sugerir que este el destino final al cual vamos a llegar. Y es acá cuando le dedica cuatro estrofas al manejo exclusivo de esta arena, a la cual le atribuye tanta importancia, que el lector la entiende como si fuera la protagonista del poema. Esta arena es “arcana” “humana” “infinita”, porque estas son todas las características que posee la muerte, incluso explícitamente se infiere que esta es la muerte misma, pues “con la arena se nos va la vida”.  Surge una idea perturbadora en la décima estrofa, cuando al mencionar que el yo poético es el que se ve afectado más no el reloj de arena, y se hace mención al “rito infinito de decantar la arena”. Pues se sugiere que este proceso donde “la cautelosa arena se desprende y llena el cóncavo cristal de su universo” tiene la capacidad de ser repetido sin importar que la vida del yo poético se acabe ahí, pues el reloj perdurará por siempre y una vez toda la arena haya traspasado al otro lado, este solo se volteará y empezará de nuevo. Lo que nos permite entender que la estructura cíclica del poema no es mas que una decisión del autor para reflejar el ciclo del tiempo.

En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.

Llega el momento en el que yo poético empieza a presentar su reflexión para concluir el poema. El lector tiene la impresión de que este yo poético se encuentra al borde de la muerte, le quedan tan solo minutos de arena, en los cuales ve pasar su vida por delante, pero como antes mencionado el yo poético es solo una representación de la colectividad humana por lo cual su vida no es otra cosa que la historia de la humanidad. Entendemos esto por la enumeración que hace en la siguiente estrofa de acontecimientos históricos, antes de presentar su sentencia contra el tiempo.  Y es acá cuando se ve la frustración del yo poético que  después de todo el recorrido y análisis que este presenta del tiempo no ha de salvarse.

Todo lo arrastra y pierde este incansable
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.

Lo que nos lleva finalmente a comprender el significado que yace detrás del título, se entiende el reloj como el tiempo, y la arena como la materialización de la muerte, por lo que el reloj de arena es el instrumento que nos empuja hacia ese destino ineludible que nos aguarda.



[1] http://www.borges.pitt.edu/sites/default/files/Serna%20Arango%20Borges%20y%20el%20tiempo.pdf

1 comentario:

aroestudiantes dijo...

Buenas propuestas de interpretación, en especial la que ve en el instrumento del que habla el poeta la unión de la vida y la muerte. Sin embargo estas propuestas se ven opacadas por un exceso de lirismo en la argumentación. Aunque es muy importante lograr una voz propia en la escritura, es de igual importancia reconocer los tipos de escritura y especialmente las formas particulares del texto académico.