Una pequeña
aclaración para empezar
Al escribir sobre poesía es común empezar afirmando
que mucho se ha dicho sobre este género literario; son innumerables los libros,
los ensayos, los artículos, las novelas, los poemas, los cuentos y hasta las
películas que tratan de alguna forma esta expresión humana. Quizá son los
mismos poetas quienes primero se preocupan por pensar en la esencia de la
poesía. El presente escrito, cuyo espacio de lectura ideal es el aula escolar,
pretende una reflexión acerca de la creación poética. Dicha reflexión se
apoyará en las propuestas de análisis estético que Jorge Luis Borges presenta
en su texto “La poesía” del libro Siete
noches, así como en las propuestas del texto “La imagen” de Octavio Paz,
presente en su libro El arco y la lira.
Cada autor desde su óptica comenta sobre lo mismo: la base de la construcción
poética.
Iniciaré entonces con una hermosísima definición de lo
que es la poesía; la escribió el español Federico García Lorca:
Poesía
es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que
forman algo así como un misterio.
La frase de Lorca posee dos momentos, en
el primero hace referencia a la unión de palabras que no deberían estarlo, o
que no es común que lo estén; el segundo momento hace referencia a la formación
de un misterio. Empezaré por referirme al segundo momento, al misterio.
El
momento del misterio
Lorca, al asociar la poesía con el
misterio, está dejando ver, de manera implícita, su ser moderno: sólo alguien
que vive, como todos nosotros, la pérdida de la identidad con la naturaleza y
el mundo, sólo alguien que razona sobre su existir y su relación con lo demás,
ve en la poesía algo fuera de lo normal, algo extraño, y esto es una actitud
típica de la modernidad. Cuando Pablo Neruda dice, por ejemplo, que
El
viento es un caballo
(El
viento en la isla)
está diciendo algo anormal, algo extraño,
algo así como un absurdo. Se puede decir que el viento es un fenómeno
climático, o que el viento es el movimiento de las corrientes de aire, pero no
es lógico decir que el viento es un caballo. Se alcanzaría a aceptar que el
viento se parece a un caballo, pero nunca que el viento ES un caballo.
De ahí que Federico García Lorca, hombre
inmerso en la modernidad, en el pensamiento lógico dialéctico, diga que la
poesía implica un misterio. Pero por otro lado, también podemos decir que Lorca
estaba pensando en el espíritu fantástico que afortunadamente aún subsiste en
nuestro mundo. Todos, muy en el fondo, sabemos que siempre habrá un algo que se
nos escapa y que nunca nos cansaremos de esperar o buscar. Para un niño es el
lugar al que van las cosas que se pierden, los seres que trabajan allí, y el
retorno de esas cosas cuando las encontramos; el niño no ve ese lugar pero lo
presiente real. Para el adulto ya no se trata de un lugar mágico, en cambio se
constituye en ese espacio de comunicación entre algo más trascendente, el
momento de la oración, por ejemplo, o el silencio que se acomoda junto a nuestro
lado en las noches, antes de dormir y que sabemos puente entre nosotros y lo
divino. Ese es el misterio al que se refiere Lorca, y ese es el misterio que
crea la poesía.
Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto
aceptar afirmaciones como la que hace Neruda sobre el viento? Octavio Paz no da
la respuesta: “Desde Parménides nuestro mundo
ha sido el de la distinción neta y tajante entre lo que es y lo que no es.”
(101) Fuimos
y somos permanentemente educados desde una concepción lógico-dialéctica de la
vida, en donde reconocemos las cosas por lo que no son: en parte el viento es
viento porque no es caballo, y porque no es nada distinto a viento, porque el
viento es distinto a la lluvia, o a la brisa, o al tornado.
Ahora, Lorca sólo nos sugiere la creación
del misterio, y esto es lo más bello de su propuesta sobre lo poético, él no se
atreve a decir que la poesía explica el misterio, o que la poesía crea el
misterio y lo soluciona (tendemos a querer solucionar todos los misterios); él
deja el resto al lector, pero es claro que lo invita a presenciar el misterio.
Lorca nos invita a un ritual.
Esta conexión con lo trascendente que posibilita la poesía está
claramente expuesta en las reflexiones de Octavio Paz; escuchemos: “La poesía
pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser
original: lo vuelve a sí. El hombre es su imagen: él mismo y aquel otro. A
través de la frase que es ritmo, que es imagen, el hombre –ese perpetuo llegar
a ser—es. La poesía es entrar en el ser.” (113)
Las palabras del mexicano
La base que sustenta Octavio Paz en sus argumentos es el concepto de imagen poética. Para el mexicano la
imagen reconcilia los contrarios de la realidad humana. Ante un pensamiento
lógico-dialéctico, la imagen rompe y le otorga al ser humano la posibilidad de
ver la unidad del universo. Así lo evidencia en repetidos momentos de su texto:
“… toda imagen acerca o acopla realidades opuestas, indiferentes o alejadas
entre sí. Somete a unidad la pluralidad de lo real” (98) Aquí la imagen poética vuelve a unir lo que en
occidente hemos separado, lo que la modernidad ha establecido como
irreconciliable: “El verso, la frase-ritmo, evoca, resucita, despierta, recrea
(…) revive nuestra experiencia de los real (…) El poema nos hace recordar lo
que hemos olvidado: lo que somos realmente.” (109)
Así, Paz nos muestra la poesía como un cambio de visión, como un
retorno a lo premoderno, como un diálogo con lo espiritual. Cuando dice por
ejemplo, “… la imagen es un recurso desesperado contra el silencio que nos
invade cada vez que intentamos expresar la terrible experiencia de lo que nos
rodea y de nosotros mismos.” (111), nos está invitando a ver en la creación
poética una voz.
Con lo anterior nos hemos acercado al concepto de imagen poética desde su rostro filosófico, ahora la miraremos desde
su estructura estética. Paz define características esenciales en toda imagen;
estas son la multiplicidad, la ambigüedad, y la inmodificabilidad. Veamos cada una de ellas.
El carácter múltiple de la imagen radica en su poder unificador de
contrarios, “La imagen resulta escandalosa porque desafía el principio de
contradicción (…) Al enunciar la identidad de los contrarios, atenta contra los
fundamentos de nuestro pensar.” (99); esta virtud posibilita que el lenguaje recupere
su riqueza y que por lo tanto cada una de las palabras que conforman una imagen
tenga múltiples significados. Para O. Paz la prosa alinea el significado de las
palabras en un solo sentido, eliminando las demás posibilidades, mientras que
la poesía las mantiene a todas en la superficie del sentido, la imagen es un
múltiple disparo de sentidos y de significados,
Salta la palabra
adelante del pensamiento
adelante del sonido
la palabra salta como un caballo
adelante del viento
adelante del pensamiento
adelante del sonido
la palabra salta como un caballo
adelante del viento
como un novillo de azufre
adelante de la noche
se pierde por las calles de mi cráneo
en todas partes las huellas de la fiera
en la cara del árbol el tatuaje escarlata (…)
adelante de la noche
se pierde por las calles de mi cráneo
en todas partes las huellas de la fiera
en la cara del árbol el tatuaje escarlata (…)
(Octavio Paz. Disparo)
Con esto, la imagen lograr generar una tercera realidad
a partir de dos iniciales, pero al mismo tiempo no hace desaparecer aquellas.
Es una comunión entre dos opuesto y su nueva verdad.
La segunda característica fundamental de la imagen poética es su ambigüedad.
“La ambigüedad de la imagen no es distinta a la de la realidad, tal como la
aprehendemos en el momento de la percepción: inmediata, contradictoria, plural
y, no obstante, dueña de un recóndito sentido.” (109) No olvidemos que el
lenguaje es la representación de la realidad y como tal siempre nos mostrará
una realidad incompleta; el lenguaje cotidiano no puede decir todo lo que
quiere decir. La poesía abre la posibilidad, con el lenguaje como herramienta,
de acercar más al individuo a la realidad, no sólo a su representación.
Cuando, por ejemplo, Aurelio Arturo dice
Y en una sombra
honda la voz dorada se perdía
(La ciudad de Almaguer)
no sólo recrea un momento de soledad, de silencio, de ausencia o
abandono, sino muchas cosas más: ese tono único de esa voz única, la penumbra
de aquel momento, y todo lo que yo como lector le estoy otorgando a esa imagen.
Esa es la reconciliación de la que habla Octavio Paz, la oportunidad de ser con
la imagen, de vivir la experiencia de realidad como algo único para cada
lector. Si se dijera, por ejemplo “la voz ya no se escuchaba en medio de la
oscuridad” la frase sólo me da un sentido de la realidad, uno que consideramos
acertado, lógico y claro, porque se adecua a nuestra organización racional de
las ideas. El poema es ambiguo porque contiene más de lo que el lenguaje común
puede contener. El poema es ambiguo porque es múltiple.
La tercera característica que Paz le da al poema es su inmodificabilidad, lo que dice la imagen
sólo se puede decir así y no de otra manera. El lenguaje, fuera del ámbito de
lo poético es un juego de significados que se complementan; así, si se quiere
explicar algo que se acaba de decir, se usan otras palabras, y si aún no está
claro el sentido, su usan otras con la esperanza de que nos acerquemos un poco
a ESO que se quiere expresar: “Toda frase quiere decir algo que puede ser dicho
o explicado por otra frase. En consecuencia, el sentido o significado es un querer decir. O sea: un decir que puede
decirse de otra manera. El sentido de la imagen, por el contrario, es la imagen
misma: no se puede decir con otras palabras.” (109) Entonces, la poesía, al no
poder decirse de otra manera distinta a como está dicha, se convierte en una
experiencia única y personal, intransmitible. El saber del poema es único para
cada lector. Con esto tenemos que las tres características se complementan: la
poesía al ser inmodificable se carga
de múltiples sentidos y
significados, al no poder definirse más
allá de sí misma, se hace ambigua.
Tan lejos y tan cerca
Pero ¿a qué misterio se refiere exactamente Lorca? Al misterio del
mundo. La poesía deja ver el mundo desde una óptica que, debido a nuestro
distanciamiento con la naturaleza y a la búsqueda de la razón de la vida por
fuera de ella misma, no percibimos cotidianamente.
Desde un lejano ayer y cada vez de manera más violenta hemos desligado
a la poesía de nuestras vidas, eso hace que sea tan difícil volver a ella, y
que la sintamos tan ajena nuestras experiencias personales. En los momentos de
un pensamiento premoderno (sin importar su ubicación dentro de la historia,
piénsese por ejemplo en las razones del verso cantado por Alejo Durán) no fue
así, y esto se debió a que prosa y poesía eran una sola identidad, los sucesos
históricos se narraban cantándolos, con ritmo y siguiendo unas estructuras
métricas específicas. América hace menos de doscientos años funcionó así,
Grecia, Roma, Europa durante la Edad Media funcionaron así; de ahí que ese
bello y monumental poema que es la Divina
Comedia relate todo un viaje, cuente una travesía (en nuestros días incluso
la estructura de esas obras clásicas se ha modificado y podemos adquirirlas,
para mal nuestro y de ellas mismas, en una prosa pobre y ligera). Poco a poco
la poesía y la prosa, el relatar acontecimientos y el relatar emociones se
fueron separando, pero sólo de forma superficial, hay grandes obras de prosa, Cien años de soledad, por ejemplo, en
donde la poesía fluye por sus páginas, e innumerables ejemplos de bellas y
poderosas imágenes poéticas presentes en la prosa narrativa, la siguiente está
en un relato de Julio Verne:
el árido desierto del mar.
(El eterno Adán)
El misterio entonces implica aceptar una mirada nueva de la realidad,
o como lo expreso el poeta inglés Colleridge
una consciente suspensión de la incredulidad
es necesario, pues, creer sin miramientos para encontrar el misterio
que propone la poesía e intentar resolverlo.
Volvamos a la frase de Lorca, pero ahora en su primer momento,
Poesía
es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse
Al imaginar ese acto de unión
de palabras que nunca se creyó pudieran juntarse, nos acercamos a la labor del
poeta como creador del mundo. La poesía re-crea el mundo, como lo expresa
Octavio Paz en su texto “La imagen”. No se trata de re-presentar a la manera
del teatro, sino de re-crear la realidad. Y esto se logra gracias a la
re-creación de las palabras. La poesía “limpia” las palabras, les devuelve todo
su potencial de significación; así, mientras que en la realidad cotidiana la
palabra “silla” representa un objeto creado por el hombre con un propósito definido,
en la poesía la misma palabra es eso y su color, su textura, el lugar en que
está ubicada y el paso del tiempo sobre la misma, todas las personas que la han
usado y las vivencias de las mismas personas, el descanso, el miedo, la espera,
todo eso y todo lo demás. La silla en poesía no sólo es eso, sino también todo
lo que no es a simple vista.
¿Cuántas palabras imposibles de unir han unido los poetas? Jaime
Sabines nos ha regalado muchas:
Los amorosos juegan a coger el agua
a tatuar el humo, a no irse.
(Los amorosos)
O cuando dice
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
(La luna)
Juan Manuel Roca es un gran
creador de realidades:
En mis
papeles rumora un viejo bosque
por momentos siento
que se
despereza la serpiente del cinturón.
(Naturaleza muerta)
El poeta nos acerca a otras capas de la experiencia humana al
des-centrarnos, al movernos hacia lo extraño o inhabitual. El poder de las
palabras se expande en la poesía.
Las palabras del argentino
Ahora veamos la propuesta del poeta Jorge Luís Borges; encontraremos
que sus ideas están profundamente comunicadas con las de Paz. Para Borges la
poesía está fundamentada por la metáfora,
es su unidad y su todo. La metáfora evidencia una verdad distinta para cada uno
de los que la escuchan o leen, su verdad no es concreta, es múltiple. Para
Borges la poesía posee múltiples sentidos, tantos como lectores se acerquen a
ella, por eso dice: “… cuando el libro da con su lector ocurre el hecho
estético.” (100) Esta idea también nos permite entender el fenómeno de negación
ante ciertos autores, ciertas obras o ciertos poemas, pues aún no somos sus
lectores, pero puede que en otro momento, en otro espacio o en otra vivencia sí
lo seamos.
Tenemos pues la primera característica de la metáfora según Borges: su multiplicidad de significados; el poeta
argentino la lleva al grado de infinitud, y en su texto “La poesía” lo compara
con las ideas que los cabalistas poseían del nombre de Dios o del significado
del libro sagrado, “como el tornasolado abanico de un pavo real”, dice.
La metáfora es múltiple y también ambigua, es decir, sin un sentido
concreto, incluso contradictoria “… el verso existe más allá del sentido”
(111). La contradicción que llega a conformarse como unidad es la metáfora, en
su texto “La poesía” emplea un bello ejemplo: “la luna es el espejo del
tiempo”, una vez más vemos dos opuestos que se acercan, la luna no es espejo, y
el espejo no es luna, pero los dos son un símbolo del paso del tiempo, de su
eternidad, al unirlos en una metáfora se logra que la contradicción sea unidad
de verdad.
En esto consiste el misterio, “la poesía nos recuerda algo olvidado”
dice Borges en su escrito comentando a otro poeta Bradley (vale la pena
mencionar a Umberto Eco que pone en palabras de uno de sus personajes
literarios una verdad histórica: hay libros que hablan de otros libros que a su
vez hablaron de otros libros; un libro nos da una verdad que es la suma de
muchas verdades del pasado. Para nuestro caso, los poetas siempre comentan a
otros poetas para acercarnos al hecho estético, a la creación poética). La
poesía nos recuerda algo olvidado, algo propio y distinto para cada lector,
pero al mismo tiempo algo único e inmodificable; esa unión de palabras que
nadie pensó que se podían juntar, como lo expresó Lorca, es una unión
irrepetible.
La metáfora es inmodificable. Si cambiamos una palabra de una metáfora
por un sinónimo, por ejemplo, hemos cambiado toda la metáfora, es más hemos
cambiado todo el poema. Si modificamos el verso
la larga música de vidrio de tus venas
(Jaime Sabines. Lo que soñaste
anoche…)
por “la continua melodía de vidrio de tus venas” o “la música larga de
vidrio de tus venas” ya no estamos diciendo lo mismo, se está diciendo algo
completamente diferente, algo menos poético incluso; se está creando otra
realidad. Como propone Jorge Luís Borges, la metáfora es una sentencia de la
realidad. La poesía encuentra las cosas en el mundo, las cosas que se han
perdido, reavivando así esa bella fantasía del universo de los objetos
perdidos, y de los misteriosos momentos del retorno, de la reaparición.
Así pues, para Borges la poesía y su elemento fundamental, la
metáfora, es un objeto único, irrepetible e imposible de transformar, el poeta
argentino cita en su texto a Platón cuando el griego se refiere a la poesía:
“Esa cosa liviana, alada, sagrada”. Borges repite a Platón cuando dice que la
metáfora es casi intocable, sólo perceptible y adorable, que flota sobre
nuestra realidad y nos deja ver eso que olvidamos ver; y también repite a Paz o
mejor, dialoga con Paz y dialoga con Lorca y con todos aquellos escritores que
ingresan a la profundidad de la poesía.
Unas últimas palabras compartidas
Como una mínima conclusión y como nota aclaratoria, sólo resta decir
que mientras Octavio Paz habla de la imagen como la esencia de la poesía,
Jorge Luis Borges nos da a entender que para él esa esencia se encuentra en la metáfora. Los dos tienen razón, pues
imagen y metáfora son dos formas de llamar un mismo acto: el acto de la
evidenciación de una realidad oculta tras la apariencia de la realidad. De ahí
que se diga que la poesía es más real que la realidad, que es un más allá de la
realidad, un descubrimiento, una iluminación.
Álvaro A. Rodríguez S.
Obras citadas
Borges, Jorge Luis. Siete noches.
Bogotá, Alianza Editores, 2002.
Paz, Octavio. El arco y la lira.
México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
Los fragmentos de poemas fueron
tomados de “www.palabravirtual.com”
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