viernes, 13 de febrero de 2015

La poesía: misterio y revelación de lo humano

Una pequeña aclaración para empezar

Al escribir sobre poesía es común empezar afirmando que mucho se ha dicho sobre este género literario; son innumerables los libros, los ensayos, los artículos, las novelas, los poemas, los cuentos y hasta las películas que tratan de alguna forma esta expresión humana. Quizá son los mismos poetas quienes primero se preocupan por pensar en la esencia de la poesía. El presente escrito, cuyo espacio de lectura ideal es el aula escolar, pretende una reflexión acerca de la creación poética. Dicha reflexión se apoyará en las propuestas de análisis estético que Jorge Luis Borges presenta en su texto “La poesía” del libro Siete noches, así como en las propuestas del texto “La imagen” de Octavio Paz, presente en su libro El arco y la lira. Cada autor desde su óptica comenta sobre lo mismo: la base de la construcción poética.

Iniciaré entonces con una hermosísima definición de lo que es la poesía; la escribió el español Federico García Lorca:

Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.

La frase de Lorca posee dos momentos, en el primero hace referencia a la unión de palabras que no deberían estarlo, o que no es común que lo estén; el segundo momento hace referencia a la formación de un misterio. Empezaré por referirme al segundo momento, al misterio.


El momento del misterio

Lorca, al asociar la poesía con el misterio, está dejando ver, de manera implícita, su ser moderno: sólo alguien que vive, como todos nosotros, la pérdida de la identidad con la naturaleza y el mundo, sólo alguien que razona sobre su existir y su relación con lo demás, ve en la poesía algo fuera de lo normal, algo extraño, y esto es una actitud típica de la modernidad. Cuando Pablo Neruda dice, por ejemplo, que

El viento es un caballo
(El viento en la isla)

está diciendo algo anormal, algo extraño, algo así como un absurdo. Se puede decir que el viento es un fenómeno climático, o que el viento es el movimiento de las corrientes de aire, pero no es lógico decir que el viento es un caballo. Se alcanzaría a aceptar que el viento se parece a un caballo, pero nunca que el viento ES un caballo.

De ahí que Federico García Lorca, hombre inmerso en la modernidad, en el pensamiento lógico dialéctico, diga que la poesía implica un misterio. Pero por otro lado, también podemos decir que Lorca estaba pensando en el espíritu fantástico que afortunadamente aún subsiste en nuestro mundo. Todos, muy en el fondo, sabemos que siempre habrá un algo que se nos escapa y que nunca nos cansaremos de esperar o buscar. Para un niño es el lugar al que van las cosas que se pierden, los seres que trabajan allí, y el retorno de esas cosas cuando las encontramos; el niño no ve ese lugar pero lo presiente real. Para el adulto ya no se trata de un lugar mágico, en cambio se constituye en ese espacio de comunicación entre algo más trascendente, el momento de la oración, por ejemplo, o el silencio que se acomoda junto a nuestro lado en las noches, antes de dormir y que sabemos puente entre nosotros y lo divino. Ese es el misterio al que se refiere Lorca, y ese es el misterio que crea la poesía.

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar afirmaciones como la que hace Neruda sobre el viento? Octavio Paz no da la respuesta: “Desde Parménides nuestro mundo ha sido el de la distinción neta y tajante entre lo que es y lo que no es.” (101) Fuimos y somos permanentemente educados desde una concepción lógico-dialéctica de la vida, en donde reconocemos las cosas por lo que no son: en parte el viento es viento porque no es caballo, y porque no es nada distinto a viento, porque el viento es distinto a la lluvia, o a la brisa, o al tornado.

Ahora, Lorca sólo nos sugiere la creación del misterio, y esto es lo más bello de su propuesta sobre lo poético, él no se atreve a decir que la poesía explica el misterio, o que la poesía crea el misterio y lo soluciona (tendemos a querer solucionar todos los misterios); él deja el resto al lector, pero es claro que lo invita a presenciar el misterio. Lorca nos invita a un ritual.

Esta conexión con lo trascendente que posibilita la poesía está claramente expuesta en las reflexiones de Octavio Paz; escuchemos: “La poesía pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser original: lo vuelve a sí. El hombre es su imagen: él mismo y aquel otro. A través de la frase que es ritmo, que es imagen, el hombre –ese perpetuo llegar a ser—es. La poesía es entrar en el ser.” (113)


Las palabras del mexicano

La base que sustenta Octavio Paz en sus argumentos es el concepto de imagen poética. Para el mexicano la imagen reconcilia los contrarios de la realidad humana. Ante un pensamiento lógico-dialéctico, la imagen rompe y le otorga al ser humano la posibilidad de ver la unidad del universo. Así lo evidencia en repetidos momentos de su texto: “… toda imagen acerca o acopla realidades opuestas, indiferentes o alejadas entre sí. Somete a unidad la pluralidad de lo real” (98) Aquí la imagen poética vuelve a unir lo que en occidente hemos separado, lo que la modernidad ha establecido como irreconciliable: “El verso, la frase-ritmo, evoca, resucita, despierta, recrea (…) revive nuestra experiencia de los real (…) El poema nos hace recordar lo que hemos olvidado: lo que somos realmente.” (109)

Así, Paz nos muestra la poesía como un cambio de visión, como un retorno a lo premoderno, como un diálogo con lo espiritual. Cuando dice por ejemplo, “… la imagen es un recurso desesperado contra el silencio que nos invade cada vez que intentamos expresar la terrible experiencia de lo que nos rodea y de nosotros mismos.” (111), nos está invitando a ver en la creación poética una voz.

Con lo anterior nos hemos acercado al concepto de imagen poética desde su rostro filosófico, ahora la miraremos desde su estructura estética. Paz define características esenciales en toda imagen; estas son la multiplicidad, la ambigüedad, y la inmodificabilidad. Veamos cada una de ellas.

El carácter múltiple de la imagen radica en su poder unificador de contrarios, “La imagen resulta escandalosa porque desafía el principio de contradicción (…) Al enunciar la identidad de los contrarios, atenta contra los fundamentos de nuestro pensar.” (99); esta virtud posibilita que el lenguaje recupere su riqueza y que por lo tanto cada una de las palabras que conforman una imagen tenga múltiples significados. Para O. Paz la prosa alinea el significado de las palabras en un solo sentido, eliminando las demás posibilidades, mientras que la poesía las mantiene a todas en la superficie del sentido, la imagen es un múltiple disparo de sentidos y de significados,

Salta la palabra
adelante del pensamiento
adelante del sonido
la palabra salta como un caballo
adelante del viento
como un novillo de azufre
adelante de la noche
se pierde por las calles de mi cráneo
en todas partes las huellas de la fiera
en la cara del árbol el tatuaje escarlata (…)
(Octavio Paz. Disparo)

Con esto, la imagen lograr generar una tercera realidad a partir de dos iniciales, pero al mismo tiempo no hace desaparecer aquellas. Es una comunión entre dos opuesto y su nueva verdad.

La segunda característica fundamental de la imagen poética es su ambigüedad. “La ambigüedad de la imagen no es distinta a la de la realidad, tal como la aprehendemos en el momento de la percepción: inmediata, contradictoria, plural y, no obstante, dueña de un recóndito sentido.” (109) No olvidemos que el lenguaje es la representación de la realidad y como tal siempre nos mostrará una realidad incompleta; el lenguaje cotidiano no puede decir todo lo que quiere decir. La poesía abre la posibilidad, con el lenguaje como herramienta, de acercar más al individuo a la realidad, no sólo a su representación.

Cuando, por ejemplo, Aurelio Arturo dice

Y en una sombra
honda la voz dorada se perdía
(La ciudad de Almaguer)

no sólo recrea un momento de soledad, de silencio, de ausencia o abandono, sino muchas cosas más: ese tono único de esa voz única, la penumbra de aquel momento, y todo lo que yo como lector le estoy otorgando a esa imagen. Esa es la reconciliación de la que habla Octavio Paz, la oportunidad de ser con la imagen, de vivir la experiencia de realidad como algo único para cada lector. Si se dijera, por ejemplo “la voz ya no se escuchaba en medio de la oscuridad” la frase sólo me da un sentido de la realidad, uno que consideramos acertado, lógico y claro, porque se adecua a nuestra organización racional de las ideas. El poema es ambiguo porque contiene más de lo que el lenguaje común puede contener. El poema es ambiguo porque es múltiple.

La tercera característica que Paz le da al poema es su inmodificabilidad, lo que dice la imagen sólo se puede decir así y no de otra manera. El lenguaje, fuera del ámbito de lo poético es un juego de significados que se complementan; así, si se quiere explicar algo que se acaba de decir, se usan otras palabras, y si aún no está claro el sentido, su usan otras con la esperanza de que nos acerquemos un poco a ESO que se quiere expresar: “Toda frase quiere decir algo que puede ser dicho o explicado por otra frase. En consecuencia, el sentido o significado es un querer decir. O sea: un decir que puede decirse de otra manera. El sentido de la imagen, por el contrario, es la imagen misma: no se puede decir con otras palabras.” (109) Entonces, la poesía, al no poder decirse de otra manera distinta a como está dicha, se convierte en una experiencia única y personal, intransmitible. El saber del poema es único para cada lector. Con esto tenemos que las tres características se complementan: la poesía al ser inmodificable se carga de múltiples sentidos y significados,  al no poder definirse más allá de sí misma, se hace ambigua.


Tan lejos y tan cerca

Pero ¿a qué misterio se refiere exactamente Lorca? Al misterio del mundo. La poesía deja ver el mundo desde una óptica que, debido a nuestro distanciamiento con la naturaleza y a la búsqueda de la razón de la vida por fuera de ella misma, no percibimos cotidianamente.

Desde un lejano ayer y cada vez de manera más violenta hemos desligado a la poesía de nuestras vidas, eso hace que sea tan difícil volver a ella, y que la sintamos tan ajena nuestras experiencias personales. En los momentos de un pensamiento premoderno (sin importar su ubicación dentro de la historia, piénsese por ejemplo en las razones del verso cantado por Alejo Durán) no fue así, y esto se debió a que prosa y poesía eran una sola identidad, los sucesos históricos se narraban cantándolos, con ritmo y siguiendo unas estructuras métricas específicas. América hace menos de doscientos años funcionó así, Grecia, Roma, Europa durante la Edad Media funcionaron así; de ahí que ese bello y monumental poema que es la Divina Comedia relate todo un viaje, cuente una travesía (en nuestros días incluso la estructura de esas obras clásicas se ha modificado y podemos adquirirlas, para mal nuestro y de ellas mismas, en una prosa pobre y ligera). Poco a poco la poesía y la prosa, el relatar acontecimientos y el relatar emociones se fueron separando, pero sólo de forma superficial, hay grandes obras de prosa, Cien años de soledad, por ejemplo, en donde la poesía fluye por sus páginas, e innumerables ejemplos de bellas y poderosas imágenes poéticas presentes en la prosa narrativa, la siguiente está en un relato de Julio Verne:

el árido desierto del mar.
(El eterno Adán)

El misterio entonces implica aceptar una mirada nueva de la realidad, o como lo expreso el poeta inglés Colleridge

una consciente suspensión de la incredulidad

es necesario, pues, creer sin miramientos para encontrar el misterio que propone la poesía e intentar resolverlo.

Volvamos a la frase de Lorca, pero ahora en su primer momento,

Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse

 Al imaginar ese acto de unión de palabras que nunca se creyó pudieran juntarse, nos acercamos a la labor del poeta como creador del mundo. La poesía re-crea el mundo, como lo expresa Octavio Paz en su texto “La imagen”. No se trata de re-presentar a la manera del teatro, sino de re-crear la realidad. Y esto se logra gracias a la re-creación de las palabras. La poesía “limpia” las palabras, les devuelve todo su potencial de significación; así, mientras que en la realidad cotidiana la palabra “silla” representa un objeto creado por el hombre con un propósito definido, en la poesía la misma palabra es eso y su color, su textura, el lugar en que está ubicada y el paso del tiempo sobre la misma, todas las personas que la han usado y las vivencias de las mismas personas, el descanso, el miedo, la espera, todo eso y todo lo demás. La silla en poesía no sólo es eso, sino también todo lo que no es a simple vista.

¿Cuántas palabras imposibles de unir han unido los poetas? Jaime Sabines nos ha regalado muchas:

Los amorosos juegan a coger el agua
a tatuar el humo, a no irse.
(Los amorosos)

 O cuando dice

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
(La luna)

 Juan Manuel Roca es un gran creador de realidades:

En  mis papeles rumora un viejo bosque
por momentos siento
 que se despereza la serpiente del cinturón.
(Naturaleza muerta)

El poeta nos acerca a otras capas de la experiencia humana al des-centrarnos, al movernos hacia lo extraño o inhabitual. El poder de las palabras se expande en la poesía.


Las palabras del argentino

Ahora veamos la propuesta del poeta Jorge Luís Borges; encontraremos que sus ideas están profundamente comunicadas con las de Paz. Para Borges la poesía está fundamentada por la metáfora, es su unidad y su todo. La metáfora evidencia una verdad distinta para cada uno de los que la escuchan o leen, su verdad no es concreta, es múltiple. Para Borges la poesía posee múltiples sentidos, tantos como lectores se acerquen a ella, por eso dice: “… cuando el libro da con su lector ocurre el hecho estético.” (100) Esta idea también nos permite entender el fenómeno de negación ante ciertos autores, ciertas obras o ciertos poemas, pues aún no somos sus lectores, pero puede que en otro momento, en otro espacio o en otra vivencia sí lo seamos.

Tenemos pues la primera característica de la metáfora según Borges: su multiplicidad de significados; el poeta argentino la lleva al grado de infinitud, y en su texto “La poesía” lo compara con las ideas que los cabalistas poseían del nombre de Dios o del significado del libro sagrado, “como el tornasolado abanico de un pavo real”, dice.

La metáfora es múltiple y también ambigua, es decir, sin un sentido concreto, incluso contradictoria “… el verso existe más allá del sentido” (111). La contradicción que llega a conformarse como unidad es la metáfora, en su texto “La poesía” emplea un bello ejemplo: “la luna es el espejo del tiempo”, una vez más vemos dos opuestos que se acercan, la luna no es espejo, y el espejo no es luna, pero los dos son un símbolo del paso del tiempo, de su eternidad, al unirlos en una metáfora se logra que la contradicción sea unidad de verdad.

En esto consiste el misterio, “la poesía nos recuerda algo olvidado” dice Borges en su escrito comentando a otro poeta Bradley (vale la pena mencionar a Umberto Eco que pone en palabras de uno de sus personajes literarios una verdad histórica: hay libros que hablan de otros libros que a su vez hablaron de otros libros; un libro nos da una verdad que es la suma de muchas verdades del pasado. Para nuestro caso, los poetas siempre comentan a otros poetas para acercarnos al hecho estético, a la creación poética). La poesía nos recuerda algo olvidado, algo propio y distinto para cada lector, pero al mismo tiempo algo único e inmodificable; esa unión de palabras que nadie pensó que se podían juntar, como lo expresó Lorca, es una unión irrepetible.

La metáfora es inmodificable. Si cambiamos una palabra de una metáfora por un sinónimo, por ejemplo, hemos cambiado toda la metáfora, es más hemos cambiado todo el poema. Si modificamos el verso

la larga música de vidrio de tus venas
(Jaime Sabines. Lo que soñaste anoche…)

por “la continua melodía de vidrio de tus venas” o “la música larga de vidrio de tus venas” ya no estamos diciendo lo mismo, se está diciendo algo completamente diferente, algo menos poético incluso; se está creando otra realidad. Como propone Jorge Luís Borges, la metáfora es una sentencia de la realidad. La poesía encuentra las cosas en el mundo, las cosas que se han perdido, reavivando así esa bella fantasía del universo de los objetos perdidos, y de los misteriosos momentos del retorno, de la reaparición.

Así pues, para Borges la poesía y su elemento fundamental, la metáfora, es un objeto único, irrepetible e imposible de transformar, el poeta argentino cita en su texto a Platón cuando el griego se refiere a la poesía: “Esa cosa liviana, alada, sagrada”. Borges repite a Platón cuando dice que la metáfora es casi intocable, sólo perceptible y adorable, que flota sobre nuestra realidad y nos deja ver eso que olvidamos ver; y también repite a Paz o mejor, dialoga con Paz y dialoga con Lorca y con todos aquellos escritores que ingresan a la profundidad de la poesía.


Unas últimas palabras compartidas

Como una mínima conclusión y como nota aclaratoria, sólo resta decir que  mientras Octavio Paz habla de la imagen como la esencia de la poesía, Jorge Luis Borges nos da a entender que para él esa esencia se encuentra en la metáfora. Los dos tienen razón, pues imagen y metáfora son dos formas de llamar un mismo acto: el acto de la evidenciación de una realidad oculta tras la apariencia de la realidad. De ahí que se diga que la poesía es más real que la realidad, que es un más allá de la realidad, un descubrimiento, una iluminación.

Álvaro A. Rodríguez S.
Obras citadas

Borges, Jorge Luis. Siete noches. Bogotá, Alianza Editores, 2002.
Paz, Octavio. El arco y la lira. México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
Los fragmentos de poemas fueron tomados de “www.palabravirtual.com”

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